Los padres, sobrinos e hijos de un joven odontólogo dan almuerzos gratis en San Martín de Porres.
Son las 11 a.m. y un mototaxista se acerca hasta la puerta de la vivienda de Roberto Tapia, un odontólogo de 34 años que vive en la urbanización Ingeniería, en San Martín de Porres.
- Señor, ¿hay comida? - le pregunta.
- No, a la 1 p.m. todavía - responde Roberto y señala el cartel del segundo piso en el que se indica la hora en la que se reparten los alimentos: de 1 a 2 de la tarde.
El mototaxista, un ciudadano venezolano, le agradece y le dice que vuelve más tarde. La escena se repetirá con otras personas un par de veces más mientras conversamos con Roberto en la puerta de su casa.
Fue a inicios de abril cuando Roberto recibió una llamada telefónica que le inspiró. Era Sarah del Mar, la madre de sus tres hijos, quien le contó que había pensado que podían entregar comida gratis a las personas más necesitadas como consecuencia del coronavirus. Oír eso fue como si Sarah le hubiera leído la mente. Él estaba pensando en algo similar.
Roberto le contó la idea a toda su familia y empezaron a planificar cómo podían hacerla realidad. A la iniciativa se sumaron los tres hijos menores de Roberto; sus padres Víctor Tapia y Cecilia Yale; su abuela Carlota Gonzales; así como sus hermanos Jean Franco, Víctor y Stephanie, con sus respectivas familias.
Acordaron que unos se encargarían de las compras, otro grupo de cocinar y otro de repartir la comida. Todos financian la adquisición de alimentos con sus aportes. “Gracias a Dios algunos de nosotros tenemos un trabajo y otros, unos ahorros. De esa manera, podemos cubrir los gastos de los alimentos”, dice Roberto.
Invocación para ayudar
Esta iniciativa permite que un grupo de personas, especialmente adultos mayores e indigentes, pueda alimentarse y no pasar hambre en esta cuarentena que los ha dejado sin trabajo ni posibilidades de ingresos. Empezaron con 10 raciones, pero ya suman 35 almuerzos diarios.
“El propósito de todo ser humano en la tierra es ayudar al prójimo y que esto no solamente quede en tus hijos, en tu familia. Hay que ayudar al que no conoces, al que de repente no tiene un techo donde dormir, un abrigo o una comida”, señala este buen samaritano. “Con tal de que ellos estén recibiendo algo de comer al día, aunque sea una sola comida, eso a mi familia y a mí nos llena”, agrega.
Hasta antes de la cuarentena, el ciudadano venezolano Richard Rodríguez trabajaba como mototaxista. Durante estos días de aislamiento social obligatorio estuvo viviendo de sus escasos ahorros hasta que estos se agotaron. Pero, gracias a la familia Tapia Yale, tiene asegurado por lo menos un plato de comida al día.
“Es un gesto muy humano. Independientemente de quién venga, peruano o venezolano, ellos están atendiendo a todos. Todos somos seres humanos y lo que estamos viviendo a todos nos pega”, señala Rodríguez, quien es músico de profesión.
La labor de esta familia ha recibido el respaldo de algunas personas que les han donado alimentos.
“Ojalá más vecinos de San Martín de Porres o, quizás, del país, de cada 100 familias, aunque sea solo una colabore en sus propios barrios. Así podríamos ayudar a más personas que lo necesitan. Porque hay gente que se ha quedado sin trabajo, indigentes que realmente no tienen nada que comer. Invoco a sumarnos como peruanos y darnos la mano”, finaliza Roberto.
Si quiere donar alimentos a esta familia, puede llamar al teléfono 994-750 571.
Los almuerzos se distribuyen de lunes a sábado. Por la inmovilización social obligatoria, esta actividad no se realiza los domingos.
Con la ayuda de una caja y una soga, la familia alcanza el almuerzo a las personas que se acercan hasta el primer piso de su casa.
Fuente: Diario El Comercio
Todos los miembros de la familia participan de la noble causa de dar un plato de comida al prójimo que lo necesita (Foto: Joel Alonzo/ GEC) |
Son las 11 a.m. y un mototaxista se acerca hasta la puerta de la vivienda de Roberto Tapia, un odontólogo de 34 años que vive en la urbanización Ingeniería, en San Martín de Porres.
- Señor, ¿hay comida? - le pregunta.
- No, a la 1 p.m. todavía - responde Roberto y señala el cartel del segundo piso en el que se indica la hora en la que se reparten los alimentos: de 1 a 2 de la tarde.
El mototaxista, un ciudadano venezolano, le agradece y le dice que vuelve más tarde. La escena se repetirá con otras personas un par de veces más mientras conversamos con Roberto en la puerta de su casa.
Fue a inicios de abril cuando Roberto recibió una llamada telefónica que le inspiró. Era Sarah del Mar, la madre de sus tres hijos, quien le contó que había pensado que podían entregar comida gratis a las personas más necesitadas como consecuencia del coronavirus. Oír eso fue como si Sarah le hubiera leído la mente. Él estaba pensando en algo similar.
Roberto le contó la idea a toda su familia y empezaron a planificar cómo podían hacerla realidad. A la iniciativa se sumaron los tres hijos menores de Roberto; sus padres Víctor Tapia y Cecilia Yale; su abuela Carlota Gonzales; así como sus hermanos Jean Franco, Víctor y Stephanie, con sus respectivas familias.
Acordaron que unos se encargarían de las compras, otro grupo de cocinar y otro de repartir la comida. Todos financian la adquisición de alimentos con sus aportes. “Gracias a Dios algunos de nosotros tenemos un trabajo y otros, unos ahorros. De esa manera, podemos cubrir los gastos de los alimentos”, dice Roberto.
Invocación para ayudar
Esta iniciativa permite que un grupo de personas, especialmente adultos mayores e indigentes, pueda alimentarse y no pasar hambre en esta cuarentena que los ha dejado sin trabajo ni posibilidades de ingresos. Empezaron con 10 raciones, pero ya suman 35 almuerzos diarios.
“El propósito de todo ser humano en la tierra es ayudar al prójimo y que esto no solamente quede en tus hijos, en tu familia. Hay que ayudar al que no conoces, al que de repente no tiene un techo donde dormir, un abrigo o una comida”, señala este buen samaritano. “Con tal de que ellos estén recibiendo algo de comer al día, aunque sea una sola comida, eso a mi familia y a mí nos llena”, agrega.
Hasta antes de la cuarentena, el ciudadano venezolano Richard Rodríguez trabajaba como mototaxista. Durante estos días de aislamiento social obligatorio estuvo viviendo de sus escasos ahorros hasta que estos se agotaron. Pero, gracias a la familia Tapia Yale, tiene asegurado por lo menos un plato de comida al día.
“Es un gesto muy humano. Independientemente de quién venga, peruano o venezolano, ellos están atendiendo a todos. Todos somos seres humanos y lo que estamos viviendo a todos nos pega”, señala Rodríguez, quien es músico de profesión.
La labor de esta familia ha recibido el respaldo de algunas personas que les han donado alimentos.
“Ojalá más vecinos de San Martín de Porres o, quizás, del país, de cada 100 familias, aunque sea solo una colabore en sus propios barrios. Así podríamos ayudar a más personas que lo necesitan. Porque hay gente que se ha quedado sin trabajo, indigentes que realmente no tienen nada que comer. Invoco a sumarnos como peruanos y darnos la mano”, finaliza Roberto.
Si quiere donar alimentos a esta familia, puede llamar al teléfono 994-750 571.
Los almuerzos se distribuyen de lunes a sábado. Por la inmovilización social obligatoria, esta actividad no se realiza los domingos.
Con la ayuda de una caja y una soga, la familia alcanza el almuerzo a las personas que se acercan hasta el primer piso de su casa.
Fuente: Diario El Comercio
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